Gustavo Peña A.
A fin de obtener los mayores beneficios de la comparación con el mejor de la clase, es indispensable hacer un seguimiento y actualizar los resultados. Las medidas que indican progreso (por ejemplo, la relación gastos ingresos) deben ser revisados con cierta periodicidad, las medidas o indicadores de progreso deben ser pocas, preferiblemente en la forma de rangos, a fin de introducir cierta flexibilidad, pero deben estar inexorablemente vinculadas a las acciones y a los cambios generados por el benchmarking. Los resultados de esta evaluación nos permitirán conocer aquellas áreas en las cuales debemos hacer énfasis o donde adjudicar más recursos.
Otros aspectos que deben recibir particular atención son los cambios que se pueden generar en el entorno, por ejemplo, la dinámica del sector puede haber cambiado de tal forma que los factores clave del éxito se hayan alterado; también puede suceder que hayan entrado nuevos competidores que deben ser considerados en el análisis o por el contrario, que algunos hayan salido del sector; otra posibilidad a considerar es que los competidores hayan progresado más (menos) de lo que pensábamos y que su desempeño es mejor (peor) de lo proyectado, y en consecuencia nuestra metas deben ser ajustadas.
La evaluación de nuestro propio progreso en relación a los objetivos planteados, junto con la evaluación de los cambios ocurridos en el entorno, nos conducen necesariamente a una recalibracion del proceso de comparación. La recalibración consiste en re-examinar y repetir todos y cada uno de los pasos del proceso de comparación, ninguno de ellos debe ser saltado, ya que esta puede ser una práctica muy peligrosa, pues implica que nada ha cambiado.
A manera de conclusión, Fifer (1988) resume los beneficios derivados de proceso de comparación con el mejor de la clase de la siguiente manera: