Hernán Thomas
Amílcar Davyt
Renato Dagnino
Después del intervalo que medió entre Los años '75 y '85, aparece en América Latina una nueva ola generalizada de intentos vinculacionistas que responden, esta vez, a los avances en teoría de la innovación. Denominamos neo-vinculacionismo a este nuevo elemento de política de C&T surgido a partir de mediados de los '80. El neo-vinculacionismo refleja un particular fenómeno de transducción 5 de experiencias y teorizaciones realizadas sobre esas experiencias en países desarrollados. Es, por lo tanto, resultado de una lectura local, situada, de esos hechos estilizados y de sus derivaciones normativas.
El neo-vinculacionismo presenta características diferenciadas de la propuesta política anterior. A fin de poder apreciarlas, es necesario describir las instituciones y Los mecanismos
Las universidades son las principales instituciones de la política neo-vinculacionista, o, más correctamente, las principales instituciones del entorno de las firmas, las cuales son, a su vez, los principales actores dinámicos de los sistemas productivos.
Las propuestas neo-vinculacionistas incluyen la necesidad de generación de instancias de mediación o de microclimas favorables a la innovación. Centradas en este objetivo, promueven la creación de instituciones de diferente escala y funcionamiento. Polos y parques tecnológicos, incubadoras de empresas, oficinas universitarias de transferencia de tecnología y patentes, son las más usuales. En muchos casos, tanto la iniciativa como la financiación inicial de estos emprendimientos queda a cargo de las instituciones universitarias. En la teoría, las firmas privadas con fines de lucro se comprometerán con estas iniciativas, facilitando su viabilidad financiera posterior. Normalmente, estos planteos traen aparejadas propuestas para un redireccionamiento (en algunos casos planteado como "revolucionario") de la actividad universitaria. Desde esta perspectiva, la estructuración vigente (llamada "tradicional") de las unidades académicas se juzga inadecuada para responder a los desafíos de la innovación.
La adecuación de las estructuras universitarias a las demandas del sistema productivo generarán, como contrapartida, un flujo de fondos que permitirá la gestación de círculos virtuosos y sinergismos. Tanto las empresas como las universidades percibirán los beneficios del cambio, las primeras, al verse favorecidas par una mayor competitividad, las segundas, al integrarse a la sociedad a partir de un "nuevo contrato social"6.
A diferencia del modelo anterior. el neo-vinculacionismo no cuenta, en principio, con la iniciativa estatal para la realización de estos cambios. Las grandes unidades multipropósito del modelo anterior son reemplazadas por pequeñas empresas-laboratorio con fines productivos específicos. El mercado reemplaza a las directivas gubernamentales en el direccionamiento de la actividad. Por otra parte, en tanto el vinculacionismo postulaba -a partir del modelo lineal de innovación- la funcionalidad de unidades "mediadoras" de difusión entre universidades (generadoras de saberes científicos) y empresas productivas, en el neo-vinculacionismo -de raíz sistémica- las interacciones son directas 7. Las universidades dejan de actuar como proveedores gratuitos de conocimiento de libre difusión para pasar a ser un actor más en el proceso de privatización del conocimiento, a través del patentamiento y cobro de derechos por el resultado de la investigación por ella realizada 8. El neo-vinculacionismo plantea la necesidad de un grado mayor de formalización de las interacciones universidad-empresa.
Así como en los '60 se consolida la relación entre sociología y actividad científica como tendencia dominante en los estudios sociales sobre C&T -legitimada dentro del modelo lineal science push-, desde los '80 se expande y fortalece, tanto en Europa como en Estados Unidos, la generación de estudios dominados por la vinculación economía-tecnología. La primera manifestación de esta vinculación fue expresada, ya en los '60, dentro de la matriz del modelo, aún lineal, demand pull 9, para luego complejizarse a partir de estudios de innovaciones intraplanta (cuyos ejemplos más conocidos son los trabajos de N. Rosenberg y C. Freeman 10) y arribar, a fines de los '80, a modelos sistémicos, interactivos11.
En las teorizaciones evolucionistas el locus de la innovación es la firma. La vinculación con el mercado otorga a las empresas una particular dinámica innovativa, a partir de la búsqueda de mayor competitividad. Las universidades y los institutos de investigación del estado configuran un entorno necesario para subsidiar esa dinámica (Nelson, 1988,1990). En las conceptualizaciones más abarcativas, esas instituciones se interrelacionan en redes (Callon, 1992; Molina, 1994), conformando 'sistemas nacionales de innovación' (Nelson, 1988 y 1993; Lundvall, 1988 y 1992). El estudio de los casos más dinámicos alteró algunas visiones acerca de las relaciones interinstitucionales, y llevó a la configuración de paradigmas tecnoeconómicos que explicarían las retroalimentaciones entre formas sociales de regulación y dinámicas de cambio tecnológico (Freeman, 1988). La generación de ventajas competitivas pasó a ser una de las explicaciones dominantes del éxito o el fracaso empresario, y, par ende, del crecimiento nacional (Porter, 1990).
La profundidad y velocidad del cambio tecnológico, protagonizado por los aparatos productivos de los países centrales, y el supuesto de que los cambios de patrón tecnológico creaban "ventanas de oportunidad" para las economías subdesarrolladas (Pérez, 1986) generó una considerable expectativa acerca de las posibilidades que los cambios de paradigma tecnológico abrían para realizar "leap frogs" en los aparatos productivos rezagados.
La centralidad de las producciones science based en la nueva configuración económica llevó la atención hacia las relaciones entre las unidades productivas y los centros de I&D. De la calidad de la interacción interinstitucional dependería la competitividad y el éxito o fracaso en el mercado globalizado; una de las expresiones más difundidas de esta concepción es el modelo Triple Helix (Etzkowitz, 1994 y l995).
Todo esto dio lugar a algunos cambios académico-institucionales en América Latina:
Un cambio conceptual fundamental registrado en el nivel de reflexión en este período fue la transformación del término restringido "política de C&T" al sistémico "política de innovación"12 .Este cambio, y sus implicancias generales, no ha llegado a incluirse aún en la agenda política de los estados latinoamericanos.
La dinámica de la reflexión en el período '75-'95 parece responder, en gran medida, a la consolidación de los estudios sobre innovación en los países desarrollados. Parece posible percibir la aparición local de 'ortodoxias', en cierto sentido paradójicas. Algunas teorizaciones, que surgieron en los países de origen como pensamiento renovador, anti-mainstream, pierden ese carácter, transformándose en meras aplicaciones 'oficiosas'. La tendencia local parece restringirse, en algunos casos, a un papal dual de: mediación-transducción de la teoría, en el camino de venida, y producción académica a partir de su aplicación en 'estudios de caso', en el camino de regreso. El medio académico extrarregional se convierte así -como ocurre en otras disciplinas- en el espacio de legitimación de la reflexión local. Así, la producción académica se subordina. Aunque esto no implica, necesariamente, que disminuya su tono crítico respecto de las políticas locales.
De hecho, es posible registrar, tanto en en el período anterior como en '75-'95, una visión crítica del accionar del estado en C&T. Antes, a través del planteo de una normatividad alternativa, el establecimiento de objetivos nacionales, del que se deducían acciones necesarias. Ahora, a través de estudios descriptivos de ese accionar, de los que se deducen disfuncionalidades, deseconomías, fallas de implementación, etc.
El abandono de ISI implicó, en términos de política de C&T, dejar de lado la intención de autonomía tecnológica, a partir de la justificación de que el gap entre los aparatos productivos locales y los de los países desarrollados no podría salvarse mediante esfuerzos locales. Esto significó una reformulación sustantiva del patrón de intervención del estado en el área de C&T.
La inserción competitiva en el mercado no parece posible, desde la óptica neoliberal, a partir de la dotación tecnológica local disponible. Según la teoría neoclásica Los conocimientos científicos y tecnológicos son de libre disponibilidad; por lo tanto es inadecuado destinar recursos a fin de generar lo que ya está disponible. La importación de tecnología aparece como la política tecnológica más eficaz y barata13. Es erróneo plantear que las nuevas orientaciones neoliberales de los estados latinoamericanos aún no han producido una política tecnológica. Lo que ocurre es que esa política es tan simple y evidente que resulta redundante su explicitación. Además, esto implicaría un riesgo político innecesario.
Más allá de la enunciación de intenciones de dinamizar el área de C&T, en la práctica la implementación de las políticas verbalizadas se subordinó a la racionalidad general de la política económica. Discurso y acción, circularon par carriles divergentes.
En el marco de la visión simplista neoliberal, política industrial y política tecnológica son expresadas a partir de postulados de libre comercio. En este sentido, cualquier restricción a la apertura -cualquier intento de proteccionismo-, es, por definición, antimodélica. El modelo de "integración competitiva al mercado internacional" parece dejar de lado el caudal de capacidades científicas y tecnológicas acumuladas durante el período anterior. El desarrollo local de tecnología aparece, en esta lógica, como una vía inadecuada, por su "lentitud", "ineficacia" y "mayores costos", para satisfacer las demandas del aparato productivo. La transferencia de tecnologías es planteada como única vía de obtención de tecnología avanzada. Aún la capacidad local de selección de tecnologías es relativamente desvalorizada al adoptarse modalidades de privatización donde el socio extranjero se encarga de los aspectos tecnológicos de las operaciones. Otra derivación de la política de privatizaciones, hasta hay poco explicitada, es que gran parte de la capacidad estatal de I&D se encontraba radicada en los laboratorios de las empresas privatizadas. Los compradores normalmente no requieren de esas instalaciones o restringen su uso a control de calidad.
El cambio global en el patrón de intervención del estado refleja y provoca una crisis de legitimación de la realización de actividades de C&T sostenidas por el estado. Frente al sentido común del período anterior, donde el deseo de autonomía justificaba la inversión en instituciones y recursos humanos, en los '90 la actividad se enfrenta al desafío de justificar el destino del gasto.
La adopción del "mercado" como criterio básico generó una situación tal, que el argumento de la "eficiencia" de una institución o una línea de investigación no resulta ya suficiente para continuar apoyándola. Ahora es la "funcionalidad", definida por la colocación de outputs en el mercado, el principal criterio para justificar la continuidad del financiamiento. El principal motor del neo-vinculacionismo aparece, para las instituciones, con formato de coerción económica .
En coherencia con las determinaciones globales del modelo neoliberal de estado la función de promover la generación de saber científico e innovaciones tecnológicas escapa del ámbito estatal para insertarse en una problemática esfera público-privada. El estado latinoamericano avanzó en la última década en la línea de restricción de su función de C&T. Tres indicadores muestran esto claramente: a) no se tendió a la creación de nuevas instituciones, a lo sumo se fragmentan sectorialmente las ya existentes; b) el presupuesto de los sistemas de I&D nacionales se encuentra en estado estacionario; c) se están instrumentando políticas de desestatización de unidades de I&D. Estas últimas reflejan con claridad el nuevo sentido común. Las instituciones desestatizadas que resulten funcionales al sistema lograrán una exitosa vinculación con las unidades productivas que, como contrapartida, financiarán su actividad; por lo tanto sobrevivirán. En el caso de aquellas que no logren hacerlo, se deberá interpretar que si el mercado no las sostuvo, se debió a que no eran funcionales y, si no eran funcionales, no existía justificación para gastar en ellas. E1 estado aparece así como un protector del dinero de los contribuyentes. Esta lógica -por simplista, poderosa- resulta difícil de responder en sus propios términos.
Para el nuevo patrón de intervención, ya no son los institutos públicos de investigación o los centros de I&D de las empresas estatales, los elementos que irían a propiciar, mediante su acción de interfase, la anhelada vinculación entre universidad y empresa. Siendo la empresa misma el nuevo locus de la innovación, se exime al estado de realizar políticas activas de C&T.
El estado no continúa subsidiando el vinculacionismo, y terceriza la iniciativa tecnológica hacia los microactores. La crisis del 'estado intervencionista' transforma la política vinculacionista en no deseable o no posible; la racionalización neoliberal plantea que no es necesaria.
La implementación del neo-vinculacionismo implica, en la práctica, la aparición de dos epifenómenos: a) la supuesta existencia de una nueva fuente de financiación para la investigación uníversitaria14 es utilizada como argumento, par parte de los gobiernos, para no realizar mayores inversiones; b) frente a la indefinición de políticas globales de investigación generadas por las propias universidades, la demanda de las empresas implica el direccionamiento de las mismas hacia objetivos de corto plaza y escasa trascendencia. Esta política tiende a presentarse como "única alternativa viable" al viejo problema de la utilidad social de la investigación universitaria, tornando a la universidad única responsable de una relación que, en realidad, la excede largamente.
Dentro de la comunidad científica universitaria parece haberse generado, en algunos sectores, una suerte de 'retirada táctica' (defensiva y en general corporativa) en dirección a las ciencias básicas. Este accionar responde a dos líneas de argumentación, no necesariamente excluyentes: a) la necesidad cultural de los saberes científicos básicos en cualquier sociedad moderna que se precie de tal; b) el papel dinamizador de las ciencias básicas en la cadena lineal de innovación. Algunos rasgos de estos planteos parecen resultar funcionales para la legitimación del nuevo patrón de intervención, en particular el autocontrol ejercido por la propia comunidad en términos de "calidad" de la producción. La élite científica, en su intento de supervivencia, se somete a políticas de optimización del gusto. El límite pasa, así, de externo, presupuesto, a interno, adjudicación de recursos disponibles. De este modo la comunidad internaliza parte del costo político del presupuesto estancado, y el gobierno se beneficia con algunas justificaciones para su política restrictiva. Financiar un poco de ciencia resulta políticamente funcional: lejos de aparecer como "anticientífico", el gobierno se presenta como defensor de la "buena ciencia".
Parece posible distinguir dos posicionamientos neo-vinculacionistas, uno pragmático y otro estratégico. Evidentemente se trata de una simplificación que omite posturas intermedias, pero resulta útil en aras de un mayor poder explicativo.
En su versión pragmática, el neo-vinculacionismo se ha difundido en América Latina respondiendo a tres principios dominantes: a) emulación: generación de mecanismos de interfase que tienden a 'imitar' las idealizaciones de las experiencias exitosas de los países desarrollados; b) nihilismo: ruptura con un pasado negativo, erróneo, inconveniente; c) a-históricismo: ruptura con un pasado local que ignora, por considerarlo no significativo.
Esta versión pragmática, incrementalista 15 -donde la gestión omite la política-, parece la exacta negación de los análisis desarrollados por la teoría de la acumulación tecnológica sobre 'aprendizaje institucional' y 'learning by interacting' en los 'sistemas nacionales de innovación', y contradice, en particular, las recomendaciones generadas sobre transferencia de instituciones (Lundvall 1992; Johnson y Lundvall, 1994).
La creación pragmática de incubadoras de empresas o polos tecnológicos, justificada par el viraje ideológico librecambista de los '80, deja sin responder -o delega a las "fuerzas naturales del mercado"- cuestiones ya abiertas en el modelo ofertista-vinculacionista de los '60-'70. ¿La sola presencia de las incubadoras es condición suficiente para generar un ciclo de innovaciones autosustentado? ¿La generación de mecanismos de interfase por parte de universidades es condición necesaria y suficiente para un relacionamiento exitoso entre unidades académicas y empresas? ¿Las experiencias son compatibles con la lógica del contexto socioeconómico? O, de otro modo: ¿son viables los experimentos neo-vinculacionistas latinoamericanos fuera, o aún en contra, de una política sectorial, industrial o económica que los ampare?
En su versión estratégica, el neo-vinculacionismo responde a una trayectoria teórica compleja. Lejos de proponerse como una experiencia aislada, se integra en un campo de relaciones causales sistémicas, y se orienta hacia objetivos de desarrollo social concretos. Se trata, en esta versión, de un intento de transducción de las estilizaciones originadas a partir de las experiencias exitosas de generación de relaciones sinérgicas entre unidades de investigación y de producción de algunos países desarrollados. En este sentido, resultaría erróneo interpretar este posicionamiento como emulador.
El intento de transducción de teorías explicativas de experiencias extrarregionales a las concretas condiciones de la realidad latinoamericana presenta no pocas dificultades, máxime si se tiene en cuenta que la matriz de la teorización a transducir es sistémica. En el planteo 'racionalista' de Triple Helix cualquier gobierno con cualquier set de empresas puede interactuar con cualquier set académico. Esto no deja de ser lógico dada que Etzkowitz genera su análisis a partir de sistemas económico-productivos que presentan elevados índices de interacción y convergencia de intereses. Si se pueden presentar experiencias exitosas en los países industrializados integrados al mercado mundial, esto se debe a que, en realidad, las relaciones universidad-empresa se insertan en lógicas globales de los modelos de acumulación en las que resultan funcionales. Es más, si en los últimos años se ha acentuado la atención sobre esta relación en particular, esto responde a la percepción de que la competencia entre esos países demanda una aceleración del ritmo de innovaciones. Si los gobiernos intervienen más acentuada y explícitamente sobre la dinámica de generación de innovaciones es porque perciben que los mecanismos inductores del mercado son insuficientes para direccionar la actividad.
Pero, en la transducción latinoamericana, cabe preguntarse si estos gobiernos pueden interactuar con estas empresas para generar relaciones sinérgicas con estas universidades. Las "exitosas experiencias" provocan en el media local cierto grado de fascinación, entusiasmo, o en las visiones pesimistas, se presentan como la única salida viable para las economías subdesarrolladas en el marco de la globalización. Tal vez por esto, en los análisis neo-vinculacionistas locales la atención se centra en el único actor sobre el cual parece posible actuar, el más permeable, el más racional: la universidad. En la práctica, el neo-vinculacionismo estratégico coloca como punto de partida de la reestructuración productiva la "revolución académica".
Entonces, ¿el cambio de las universidades será condición necesaria y suficiente? ¿se tratará simplemente, de generar un cambio de actitudes de gobierno y empresarios? ¿o, en cambio, se trata de la existencia de condiciones estructurales socio-político-económicas que determinan esas actitudes lo que hay que cambiar? De ser esto último ¿de qué serviría la alteración aislada de la universidad? o, mejor aún ¿qué resultados sinérgicos es posible esperar de la adecuación de las universidades a las condiciones socio-político-económicas de las empresas que actúan dentro de las fronteras de las naciones latinoamericanas?
Tal vez sea conveniente, a fin de percibir la dificultad, analizar la viabilidad de distintas estrategias neo-vinculacionistas posibles de transformación de la universidad:
Alternativa A): adecuar las universidades a la demanda potencial, definida 'racionalmente' por deducción de las trayectorias productivas y tecnológicas de las naciones líderes en el mercado internacional. El resultado de esta alternativa derivará, muy probablemente, en ofertismo, mayor inadecuación local; y desnudará, precisamente en caso de ser exitosa, la débil condición local para apropiarse de los beneficios de la innovación.
Alternativa B): adecuar las universidades a las condiciones actuales de la producción o al modelo de acumulación local vigente. El resultado de esta alternativa continuará siendo ofertismo, dado que la trayectoria tecnológica local seguirá desarrollándose en base a la transferencia (importación, transferencia intramuros) de tecnología.
Alternativa C): adecuar las universidades para que se transformen en empresas productivas integradas al modelo de acumulación vigente: C 1 1ocal ó C2 internacional. La incompatibilidad de la actual estructura institucional implicaría la necesidad de una "revolución universitaria". Más allá de la problemática factibilidad de semejante emprendimiento, aún habría que superar los escollos que enfrenta cualquier empresa con fines de lucro, con un agravante: a los costos de las incertidumbres de mercado y tecnológica, habría que agregar los derivados de la incertidumbre institucional. En otros términos, la relación riesgo/beneficios potenciales resulta negativa. Además, dada la escasez de fondos propios, se requeriría asistencia financiera estatal, incompatible con la lógica gubernamental actual: ¿mayores fondos para una dependencia estatal en pleno ajuste neoliberal?
Alternativa D): adecuar las universidades para una mayor interacción con las unidades de difusión de tecnologías generadas durante el 'viejo' modelo sustitutivo. En otros términos: intentar completar el proyecto vinculacionista. Obviamente el resultado sería más ofertismo (o sea, una versión ampliada de A) y/o B). Y, como agravante, los principales destinatarios de la actividad en el pasado -las empresas estatales- fueron o serán privatizadas.
Obviamente, podría realizarse una estrategia gradual y focalizada en algunas áreas, algunas producciones. Dado que las experiencias serán aisladas, por definición estratégica, la repercusión sobre la estructura universitaria será limitada. Por otra parte, el aislamiento será conveniente, a fin de preservar al intento de las tensiones internas. Claro que esto en poco se diferencia de las experiencias realizadas hasta el presente: fuertemente subsidiadas (tanto económica como políticamente), inestables, sin 'autonomía de vuelo', ocupando espacios periféricos en la agenda política universitaria. Finalmente, es de tener en cuenta que las microexperiencias también deberían orientarse en algún sentido, que se encontraría contenido, probablemente, en alguna de las cuatro alternativas anteriores.
Dadas estas alternativas, parece evidenciarse que en el neo-vinculacionismo estratégico subyace un alto grado de voluntarismo. ¿La racionalidad de los actores económicos locales admite hay lo que rechazaba en otro formato? ¿porqué el neo-vinculacionismo lograría la generación de sinergismos con las trayectorias tecnológicas de las firmas locales? Asumiendo un papel de subsidiariedad, que en la distribución de tareas de la doctrina liberal se le adjudica al estado, la universidad debería tomar la iniciativa cuando el capital privado no se encuentra en condiciones de hacerlo. En la transducción local de los links de los complejos productivos de los países desarrollados, la responsabilidad de la universidad se expande desde la investigación básica hacia los prototipos industriales. Paradójicamente, el neo-vinculacionismo tiende a reiterar las condiciones ofertistas del modelo lineal de innovación. ¿Será posible evitar que se transforme en una nueva versión de la estrategia 'ofertista-vinculacionista' de los '60-'70, superando sus limitaciones?
Más allá de la duda que la última pregunta plantea, parece evidente que la cuestión de generar relaciones sinérgicas universidad-empresa no puede ser abordada bajo el supuesto de que dos cajas negras: gobierno y empresas, fueran a comportarse del modo deseado, convergente con las dinámicas que se impriman sobre la universidad, el único actor en acción.
No se trata de desestimar las posibilidades que genera la interacción de la universidad con el sector productivo, sino, por el contrario, de dimensionarla a fin de generar verdaderos círculos virtuosos: o. en otros términos, de evitar su sobredimensionamiento mítico. La relación 'universidad-sector productivo' es sólo un recorte conceptual de una realidad compleja, útil en términos analíticos bajo la condición de no olvidar que no es 'el' proceso real. Aún los enfoques pragmáticos neo-vinculacionistas pecan, paradójicamente, de intentar reificar esas ideas analíticas, resultando, en este sentido, tan idealistas-voluntaristas como los estratégicos. ¿Será adecuado plantear al neo-vinculacionismo como la base de un nuevo contrato social de la universidad latinoamericana? ¿Tal contrato podría -debería- depender de una columna tan frágil, problemática e inestable?