Víctor Alvarez R (*)
Finalmente, en presencia de problemas macroeconómicos crónicos e inmanejables es prácticamente imposible tomar acertadas decisiones de ahorro e inversión. A fin de crear condiciones que orienten la asignación de los recursos hacia la inversión productiva a industrial, a la política macroeconómica hay que exigirle unas condiciones generales de estabilidad fiscal, monetaria, financiera, cambiaria y de precios que reduzcan la incertidumbre en la que los agentes económicos toman sus decisiones de ahorro, inversión, empleo y consumo. Por lo tanto, en una primera etapa de estabilización y reactivación, «la mejor política tecnológica» consiste en una buena política macroeconómica que abata las presiones inflacionarias que mantienen altas las tasas de interés y castigan la actividad productiva.
De lo que se trata es de entender el impacto que tiene la política macroeconómica sobre los objetivos de la política tecnológica a industrial. El equilibrio macroeconómico es una condición necesaria para estimular la actividad productiva y superar de una vez por todas las circunstancias que incitan a los inversionistas a dedicarse a actividades especulativas.
Son muchas las políticas públicas que repercuten sobre el aparato productivo y su competitividad. Importantes instrumentos de política tecnológica a industrial se encuentran dispersos en otros organismos a instituciones. De hecho, ni el CONICIT ni el Ministerio de Fomento tienen competencia directa sobre la dimensión macroeconómica de la política tecnológica a industrial. El Ministerio de Hacienda es el que administra la política fiscal, y cuenta para ello con el manejo del gasto y los impuestos. El Banco Central de Venezuela administra la política monetaria a través de las tasas de interés, el encaje legal y otros instrumentos que le permiten influir sobre la evolución del mercado monetario y financiero. Un gran problema sigue siendo que actúan como «feudos», sin mayor comunicación y coordinación entre sí. Cada uno hace lo que le parece. En el caso venezolano, las contradicciones a incoherencias entre las políticas fiscal y monetaria no hacen más que empeorar los problemas macroeconómicos en menoscabo del esfuerzo productivo.
Ahora bien, esto no quiere decir que el CONICIT intente hacer lo que otros no hacen descuidando lo que en realidad le toca, o que el Ministerio de Fomento pierda de vista a la industria y se plantee como prioritario la atención de los problemas en el área macroeconómica. Para eso están el Ministerio de Hacienda y el BCV. En todo caso, lo que está planteado es un gran esfuerzo de coordinación, para lo cual se requiere reestructurar las instituciones de Gobierno y fortalecer su acción, evitando contradicciones y repeticiones que le restan coherencia, eficacia y credibilidad. Sin lugar a dudas, la coordinación institucional constituye un paso clave para asegurar la armonización entre los objetivos de las políticas macroeconómicas y sectoriales y crear un ambiente que estimule y premie la inversión productiva en el país.
Comprender la importancia de la dimensión macroeconómica de la política tecnológica a industrial exige un profundo conocimiento de los principios generales en los que se sustenta la inversión industrial. Se requiere consistencia teórica así como amplitud y flexibilidad de los enfoques que subyacen en el diseño y ejecución de las políticas. Finalmente, el dominio de la metodología utilizada para su seguimiento, evaluación y control también constituye un elemento clave para introducir oportunamente los ajustes que se consideren necesarios para garantizar un impacto positivo de la actuación del Estado sobre la actividad industrial.
Finalmente, las instituciones públicas y privadas cuya actuación repercute sobre la actividad productiva están llamadas a realizar un mayor esfuerzo para construir una visión compartida de los problemas clave que afectan la competitividad de la industria. Contar con un diagnóstico común constituye una base muy importante que facilita la identificación de soluciones viables. Una vez que se logre un consenso básico en torno a los problemas clave, su causalidad y sus probables soluciones, lo que toca es avanzar en la identificación de los programas y proyectos que conjuntamente se pueden convenir y concretar a partir de un esfuerzo complementario y coordinado. No se trata de reeditar la mala práctica de iniciativas aisladas, sino de llevar adelante un esfuerzo colectivo que involucre y comprometa a los sectores público, privado y laboral. Se trata, en definitiva, de consolidar una industria capaz de producir con elevada calidad, precios competitivos, exportar de manera creciente y sostenida y contribuir así a la mejora de la calidad de vida y del bienestar de la sociedad venezolana en general.