Carlos María Correa *
Las razones del bajo ritmo de difusión de la tecnología informática en la gestión y en la producción de la empresa industrial latinoamericana, no han sido suficientemente exploradas. (4)
El ritmo de difusión de los equipos de computación parecería estar asociado, en términos generales, a una función de demanda del tipo:
Ct = Ct (Pt, Yt, Zt) en la cual:
Ct = demanda de servicios de computación
Pt = precio unitario
Yt = nivel de actividad económica o ingreso
Zt = otras variables explicativas (v. gr. población) (5)
Es razonable suponer que la dimensión del mercado está relacionada con el nivel de ingresos está relacionada con el nivel de ingresos en una función como la indicada en la figura 1. La línea AB representa la relación entre la demanda y los ingresos (per cápita) para determinados costos y estado de la tecnología. En la medida que aquellos se reducen y ésta mejora, la línea se desplaza hacia arriba (ej. CD). Otra implicación del esquema presentado es que un país de bajos ingresos (punto L) puede alcanzar un progreso en la satisfacción de la demanda comparativamente más rápido que un país de elevados ingresos (punto H), debido a la elevación en el tiempo de la curva demanda-ingreso (Munasinghe, 1987).
Si bien aún antes de la aparición de la microcomputadora, empresas medianas y grandes de la región incorporaron sistemas informáticos de diversa envergadura para su gestión administrativa, es con la emergencia de aquélla, su costo decreciente y mayor versatilidad y facilidad de uso, que la informática comenzó a golpear las puertas de las pequeñas y medianas empresas industriales. Es en esta fase que se advierte con mayor claridad un contraste entre el potencial de aquella y su limitado uso en la empresa industrial latinoamericana y las ventajas que, como lo sugiere la figura 1, las adquirentes tardías podrían tener respecto de las empresas que experimentaron, a veces con poco éxito, con una tecnología más costosa y compleja.
A falta de investigaciones más precisas, sólo es posible formular aquí algunas hipótesis sobre los factores que pueden influir sobre el ritmo de adopción de esa tecnología por parte de las empresas industriales de la región, en especial las de menor dimensión.
En primer lugar, dada la incidencia del marco macroeconómico en el que la empresa se desenvuelve sobre la adopción de nuevas tecnologías (OECD, 1989), es fácil suponer que las bajas tasas de crecimiento y de inversión, las magras expectativas de rentabilidad de la industria, la limitada (o inexistente) disponibilidad de crédito, entre otros factores, han contribuido de manera decisiva a retardar la difusión informática en la región. Si bien con variantes, la evolución económica general e industrial latinoamericana en los últimos diez años ha estado bien lejos de ser satisfactoria. (6). En algunos países, más aún, ha habido un acentuado proceso de desindustrialización que ha afectado al conjunto de los sectores manufactureros, incluyendo el de bienes de capital, y que ha golpeado fuertemente a las empresas de menor tamaño.
Segundo, en el contexto descrito se ha verificado también una fuerte caída de los salarios reales, en tanto el costo del capital ha sido alto y el crédito escaso. En estas condiciones, no ha funcionado el incentivo típico a la automatización que opera en los países industrializados, vía sustitución de mano de obra por capital.
Tercero, si bien dependiendo de las políticas arancelarias e industriales aplicadas en cada país, la caída en el costo del equipamiento ha sido menos veloz que en los países industrializados, por efecto de recargos aduaneros, altos márgenes de comercialización de importadores o mayores costos de instalación. Un punto de particular relevancia (y controversia) que se examina en el punto siguiente, es la medida en que el fomento de la producción nacional de computadoras puede haber afectado la tasa de difusión de aquellas.
Cuarto, otros factores como la falta de conocimiento de la tecnología, organización inadecuada, falta de capacidades gerenciales, carencia de personal calificado y malas relaciones de trabajo en la empresa (tensadas por continuos conflictos salariales) juegan probablemente también un papel inhibidor importante. A ello se adicionan con no poca frecuencia, las malas experiencias de informatización de algunas empresas, debido a fallas en la concepción de los sistemas (especialmente por sobredimensionamiento vis-á-vis las necesidades reales de los usuarios) o por deficiencias y costos de los servicios post-venta y de mantenimiento.
Quinto, y por último, entre los factores no monetarios más idiosincráticos de la realidad latinoamericana, puede contabilizarse también la importancia de la economía “informal” y de la evasión impositiva. La mayor transparencia de las operaciones que permite el uso de la informática puede constituir en estas circunstancias más un freno que un incentivo para su adopción.
Tampoco abundan los estudios sobre las razones determinantes de la adopción de tecnologías de automatización flexible en la empresa latinoamericana y sobre los factores que pueden inhibirla. Algunos de los disponibles revelan el peso de factores no monetarios en tales decisiones. En el caso de Colombia se ha observado que un grupo importante de empresas introdujo esas tecnologías para competir con mayor éxito con ciclos de producción más cortos y un mejor cumplimiento de pedidos; también ha sido importante el “efecto demostración” a través de la presión ejercida sobre la competencia por las empresas que introdujeron sistemas más avanzados de manufactura (Bernal, 1988). El cuadro 2 ilustra, asimismo, sobre las motivaciones para la adopción de equipos de base microelectrónica reveladas por una encuesta efectuada en México. El factor más importante ha sido la necesidad de obtener una calidad mayor y más regular en el caso de las máquinas de control numérico computarizado y centros de maquinado. La reducción de costo (“scraps and toold”) es el principal motivo en el caso de los robots.
El mayor precio de los equipos automatizados disponibles, tanto en relación con los precios internacionales (7) como con los de equipos convencionales, (8) y el bajo costo de la mano de obra, seguramente explican una buena parte de la reducida tasa de adopción de aquellos. La posibilidad de producir en lotes pequeños no significa necesariamente, por otra parte, que la automatización flexible sea -en términos económicos- accesible a pequeñas y medianas unidades productivas, pues su costo sólo puede ser amortizado si el volumen agregado de producción es de cierta envergadura.
En resumen, podría concluirse (con las reservas que la limitada información impone) que las consideraciones preponderantes para la adopción de equipos de automatización flexible en América Latina han estado, hasta ahora, más ligadas a aspectos de calidad y tecnologías que a los precios relativos de la mano de obra y de los equipos. Ello marca una diferencia sustancial con los patrones de difusión predominantes en los países industrializados.
Tres países latinoamericanos -Argentina, Brasil y México- pusieron en práctica entre las décadas del setenta y ochenta, diversas políticas tendientes a promover el desarrollo de una industria nacional de informática. Ellas se inscribieron, en general, en el marco de las políticas sustitutivas de importaciones que caracterizaron la industrialización latinoamericana, más con características propias. En el caso de Brasil, el esquema promocional giró en torno de laÄ“reserva de mercado”, en ciertos segmentos, en favor de empresas nacionales. En Argentina, la promoción se basó en parte en una elevación arancelaria, pero transitoria y decreciente. En México, si bien diseñada en un inicio bajo un esquema de reserva de mercado y altos aranceles, la política informática se adaptó en 1984 a las nuevas corrientes de liberalización y apertura, y acentuó su énfasis en la exportación de equipos (Correa, 1990a).
Las políticas de promoción también alcanzaron, si bien con intensidad y modalidades diferentes, la producción de bienes de capital con control numérico, mediante protección arancelaria en Argentina (9) y la mencionadaÄ“reserva” en el Brasil.
Una crítica frecuente a estas políticas de promoción industrial ha sido su eventual impacto negativo sobre la difusión tecnológica, principalmente como consecuencia de los mayores precios y el retraso tecnológico de los equipos de producción local vis-á-vis los obtenibles vía importación. La validez de este argumento debe ser examinado en cada uno de los países, pues la evolución y resultados de las políticas aplicadas son muy diversas.
En el caso de la Argentina, el régimen promocional en informática abrió la posibilidad a trece empresas adjudicatarias de utilizar los beneficios previstos por el Decreto 652/86 para la fabricación de microcomputadoras. La concesión de aquellos se condicionó a un conjunto de metas y obligaciones en términos de inversión, ventas internas y externas, personal ocupado, investigación y desarrollo, etc. (Azpiazu y otros, 1989). Circunstancias diversas frustraron los objetivos propuestos: (10) reducción de la demanda potencial en un contexto de alta inestabilidad económica y recesión, caída de la rentabilidad en la producción y venta de microcomputadoras y competencia de equipos ensamblados en el país bajo otros regímenes promocionales (de alcance provincial) y del contrabando. (11)
En el caso del Brasil, la política informática -hoy sujeta a profundos cambios (12)- generó una expansión notable de la producción local de computadoras. Con un crecimiento del 25% anual -no obstante la recesión- y facturación anual de 5,1 mil millones de dólares (70% de los cuales correspondientes a empresas nacionales), la industria (430 empresas) ocupó 130.000 personas y llegó a producir 2,2 millones de equipos por año (Marques, 1990). Los niveles de precios han sido, desde su inicio, el punto más frágil del esquema implantado. Si bien hacia 1984 la industria local había logrado reducir para ciertos equipos (APPLE II) el diferencial de precios con los de los Estados Unidos de cerca de tres veces a un 37% (Bastos Tigre, 1984), aquél se amplió nuevamente con la aparición de nuevos productos y de la agresiva competencia de los países del Sudeste asiático.
Si bien una mayor investigación sería necesaria, es posible sostener la hipótesis de que, no obstante los más altos precios derivados de la reserva de mercado, la existencia de una vasta producción local ha estimulado la demanda computacional en el Brasil (Evans y Bastos Tigre, 1989) y ha promovido antes que retardado la difusión de la informática en ese país. La validez de esta hipótesis puede sustentarse en la importancia de la relación proveedor-usuario en la introducción de nuevas tecnologías de información y, en particular, del conocimiento de las condiciones y requerimientos locales. Si bien la microcomputadora se ha convertido en una”“commodity”, en las aplicaciones empresariales, los usuarios buscan a menudo soluciones integradas de hardware y software, para las que la intervención de una empresa conocedora del medio es esencial.
La cuestión de la actualización tecnológica del equipamiento computacional brasileño ha sido largamente debatida y ha dado lugar a opiniones fuertemente contradictorias. Es probable que una evaluación detenida revele, por un lado, diferencias importantes según el segmento del mercado (sean minicomputadoras, clones de microcomputadoras (13) o periféricos) y por las capacidades técnicas del oferente, y por el otro, que la composición del parque computacional (14) refleje en buena medida la baja sofisticación de la demanda, antes que dificultades tecnológicas insuperables para avanzar hacia nuevos modelos sobre la base de”“ingeniería inversa” y el uso de componentes standard importados. (15)
En el caso de México, la producción y el empleo tuvieron una expansión notable en el sector informático, alcanzando cerca de 500 millones de dólares y más de 6.000 puestos, respectivamente en 1988. La política mexicana -si bien con variantes desde su inicio en 1981-, se orientó más decididamente que la Argentina y la brasileña a las exportaciones, las que son efectuadas principalmente por empresas de capital extranjero radicadas en el país (INEGI, 1989).
En cuanto a los precios de los equipos, un estudio comparativo reciente de los precios en México y Estados Unidos, ha hallado que si se eliminan casos especiales como el de las laptops y el de algunas impresoras, el sobreprecio que tienen en México los equipos de cómputo nunca es inferior al 20% y llega a ser hasta del 208% en el caso de algunos modems en particular (hecho que suele explicarse por el reducido número de oferentes en México). Con respecto a las micros XT, estos equipos cuestan, en promedio, un 43% más en México que en Estados Unidos; en el caso de las AT, la cifra correspondiente es del 35%, sin incluir los equipos 80386, para los cuales, el diferencial es del 39% (González Ruiz, 1990?
No obstante tal diferencia, varias empresas mexicanas lograron desarrollar una importante capacidad competitiva, basada en exitosas estrategias de adquisición de partes y componentes y de comercialización. Desde un punto de vista tecnológico, ellas respondieron con considerable rapidez a la aparición de nuevos productos (Zermeño, 1988).
Un ejemplo de la competitividad de la industria de cómputo mexicana es referido por Warman y Miller (1989) en relación con la producción de Apple en México: “los precios del equipo Apple en México en 1984 y 1985 fueron por lo menos entre 30% y 40% más altos que los precios del mismo equipo en Estados Unidos. Printaform, entró al mercado con máquinas que ofrecían un poder de cómputo similar a las de Apple pero a precios de entre 5% y 20% más bajos que los de Estados Unidos. Apple de México no fue capaz de disminuir sus costos y precios debido a políticas de Apple Computers en Estados Unidos y por lo tanto, perdió su posición de liderazgo en el mercado mexicano”. (p. 32).
En suma, al menos en el caso de Brasil y México no parecería fundada la opinión de que el fomento de la producción nacional ha desincentivado la difusión tecnológica; más aún, ella podría haber jugado un papel positivo en tal sentido, especialmente en el caso del primer país. Quedan pendientes, sin embargo, varios interrogantes, en particular si tal efecto positivo podría preservarse en el largo plazo una vez superada una primera fase de difusión entre usuarios poco sofisticados y dispuestos a pagar “cualquier precio”. Es probable que con el desarrollo de la demanda, y a fin de permitir su propia expansión, la adecuación de la oferta a los patrones internacionales comience a tener creciente importancia para dar continuidad y amplitud al proceso de difusión. (16)
La naturaleza de la relación proveedor-usuario es particularmente decisiva en el caso de la automatización flexible. La existencia de producción local permite el establecimiento de una relación que puede ser determinante de la adopción o no de esa tecnología. La industria local puede, no obstante sus mayores precios, tener “un efecto positivo sobre la difusión, pues las firmas locales parecen más inclinadas que las extranjeras a enseñar a sus clientes locales la técnica, y a proveer buenos servicios de reparación y mantenimiento”. (Edquist y Jacobsson, 1988, p. 188). (17)
Por otro lado, en la medida que la parte electrónica de los equipos con control numérico computarizado se importa de diversos proveedores internacionales o se produce bajo licencia (como ha sido el caso en la Argentina) no habría tampoco un impacto negativo de significación desde el punto de vista tecnológico. Distinto puede ser el caso si se encara el diseño y la producción local del sistema de control, con tecnología rezagada. Si bien esto último ha sido observado en el Brasil, (18) aun debe investigarse qué impacto ello puede haber tenido en las particulares condiciones de la industrialización brasileña.
4. Cabe notar que aún en los países industrializados se carece de estudios detallados y de una teoría comprensiva que permita entender el porqué de la dispar tasa de difusión tecnológica observada en esos mismos países. Así, Estados Unidos presenta un alto ritmo de introducción de computadoras en tareas de oficina y gestión y, en cambio, una tasa sorprendentemente más baja de difusión de la automatización flexible que otros países industrializados, en particular el Japón. Si bien los precios relativos pueden explicar parte de este diferencial, factores organizacionales y, en particular, las formas que asumen las relaciones de trabajo, probablemente tengan un valor explicativo igualmente importante (Brooks y Kelly, 1986).
5. Ver M. Munasinghe, ob. cit. p. 310.
6. La variación acumulada de la tasa de crecimiento del PBI de la región fue de sólo 11,7% entre 1981 y 1989.
7. No hay estudios comparativos recientes, mas en el marco de las políticas de protección arancelarias prevalecientes en América Latina, los precios internos de los equipos han sido generalmente más de 1,5 veces superiores a los internacionales. Esta relación se verifica incluso para equipos sin producción interna (como los robots) (Correa, 1987). Las diferencias de precios han sido particularmente importantes en el Brasil, aun respecto de la oferta de equipos de fabricación Argentina.
8. La relación de precios de las máquinas herramientas de control numérico respecto de los equipos convencionales ha sido, por ejemplo, en la Argentina de 4:1 (Chudnovsky, 1987).
9. Los tornos con control numérico, por ejemplo, tuvieron aranceles de hasta 45%.
10. Sólo siete de los trece proyectos aprobados estaban operativos en 1989, con ventas del orden de 25 millones de dólares, una fracción pequeña (alrededor del 5%) del mercado total (Artana y Salinardi, 1989).
11. Según una estimación, cerca de la mitad de las PC instaladas en el país en 1990 (las que alcanzarían las 200.000 unidades) tendrían como origen el contrabando. (La Nación, 1990).
12. El gobierno del Brasil del Presidente Collor ha anunciado su intención de suprimir la “reserva de mercado”. De hecho, se ha elaborado ya una lista de ítems para los que sería posible la importación y se ha disuelto la otrora poderosa Secretaría Especial de Informática.
13. Cabe notar que la reserva de mercado no alcanzó los equipos más complejos y sofisticados (main-frames).
14. En 1987, el 86% del parque instalado de microcomputadoras correspondía a equipos de 8 bits (Correa, 1990a).
15. Bastos Tigre recuerda que, el concepto mismo de “gap tecnológico” debe ser calificado en términos de su importancia para el mercado, en el caso del Brasil, dominado por aplicaciones empresariales muy sencillas. “Para el usuario local, la disponibilidad de algunos micros nacionales de teclado recodificado con caracteres de lengua portuguesa es más útil que las sofisticaciones surgidas en el exterior, destinadas a atender necesidades específicas a esos mercados”. (Bastos Tigre, 1984, p. 34).
16. Cabe notar que tanto en la política informática brasileña, y aún más claramente en la Argentina, la protección de la industria local fue planteada con carácter temporario. En el caso del Brasil, de acuerdo con la “Ley de informática”, la reserva de mercado terminará en 199.
17. Estos autores señalan, para el caso de Sud Corea, que la falta de capacidades de ingeniería de aplicación y la negativa de la firma proveedora del Japón a enviar sus escasos ingenieros de aplicaciones a Sud Corea, fueron los principales obstáculos para la incorporación de tecnologías de automatización flexible en ese país. (p. 185/186).
18. Los sistemas computarizados de control fueron incluidos en la “reserva de mercado”, establecida en ese país. Ello motivó entre otras cosas, que para exportar equipos en el marco del acuerdo de integración económica argentino-brasileño en bienes de capital, las firmas argentinas (más competitivas en precios) debieron importar el sistema de control del Brasil y reexportarlo con el equipo.