Hebe M. C. Vessuri (Area de Ciencia y Tecnología CENDES-UCV)
Índice:
RESUMEN: En este articulo se hacen algunas reflexiones acerca de la vasta expansión del alcance de la ciencia como actividad y como institución social en el mundo contemporáneo, lo cual a obligado a los científicos a cambiar paulatinamente su posición intelectual, y con ello sus actitudes, métodos y criterios de objetividad y progreso. |
|
Hace 300 años, los fundadores de la ciencia moderna simplificaron la complejidad del programa intelectual en gestación por medio de la imposición de restricciones y abstracciones y de una división del trabajo intelectual, para enfrentar aquellas cuestiones teóricas sobre las cuales se pensaba que se debía avanzar antes de que la ciencia, tal como la concebían pensadores como Bacon, pudiera estar en condición de atacar problemas concretos del bienestar humano. La posición teórica de los autodeclarados nuevos filósofos matemáticos y experimentales de los siglos XVII y XVIII, llegó a dominar el enfoque y visión del mundo de los físicos newtonianos así como de los químicos y fisiólogos del siglo XVIII que modelaron sus investigaciones sobre la base de la física clásica.
Desde entonces, la vasta expansión del alcance de la ciencia como actividad y como institución social, obligó a los científicos a cambiar paulatinamente su posición intelectual, y con ello sus actitudes, métodos y criterios de objetividad y de progreso. A medida que el alcance de la comprensión científica fue superando esas restricciones iniciales, los científicos tuvieron que aprender, a verse no sólo como espectadores que contemplaban el mundo natural desde afuera, sino también como participantes activos de ese mundo. Este tipo de enfoque ya es característico de una cantidad de .campos, como por ejemplo la psicología y la ecología. El observador humano comienza a reintegrarse como agente en los procesos naturales que estudia e influencia.
Estas transformaciones tienen distintas implicaciones para la actividad científica, para nuestros conceptos de progreso científico y por lo tanto, para la política científica. Una es que la vieja idea positivista según la cual todas las ciencias tienen que basarse en un único conjunto de métodos ya no resulta aceptable. Otra es que así como la opción del científico que espectador ya no es sostenible, tampoco lo es el supuesto de una ciencia libre de valores o la idea que los científicos no son responsables de las consecuencias sociales de su actividad. Por el contrario, la ciencia contemporánea aparece crecientemente vinculada a consideraciones sociales, políticas y éticas.
Esta constatación nos lleva a tratar de explicitar, aunque sea en forma sumaria, los cambios sufridos en el mundo actual por algunas nociones centrales a la ciencia: investigación, disciplina científica, aplicación del conocimiento científico y, finalmente investigación en Venezuela.
Si buscamos una respuesta en la filosofía de la ciencia, lo haremos en vano. En general, lo que encontraremos serán un conjunto de reglas, de prescripciones acerca de lo que los científicos debieran hacer si quisieran hacer investigación científica, casi siempre moldeadas en base a una visión idealizada de la física.
La realidad parece ser más prosaica y rica a la vez. Cognitiva, social y funcionalmente lo que los científicos hacen cuando pretenden estar haciendo investigación es muy variado (por supuesto, estamos dejando de lado aquí otros tipos de investigaciones, como la policial, la del creador cinematográfico o la del vendedor de cosméticos). Las concepciones de lo que es hacer investigación son distintas entre los variados campos de actividad científica y también cambian en el tiempo. Filósofos, historiadores, físicos, sociólogos y médicos clínicos trabajan de diferentes maneras.
El hecho de que la función de la investigación científica suele estar ligada a la universidad, no simplifica las cosas pues allí se constata que la práctica social reconocida que subyace a la asociación de “investigación” con “status académico”, de ninguna manera responde a una descripción formalista sencilla.
Si a ello se agrega que el compromiso con la investigación es una -quizás la principal- fuente de status para instituciones no universitarias, como por ejemplo el IVIC, el INTEVEP o la FII la complicación es aún mayor.
Lo que se observa entonces es que toda una variedad de nociones de lo que es la investigación científica se han ido acumulando en el tiempo, y cada una de ellas encuentra su expresión social en algún lugar del sistema nacional de investigación y desarrollo. Además, el deseo de contribuir al avance del conocimiento se combina en la realidad con una variedad de objetivos relacionados: el entrenamiento de futuras generaciones de científicos, el aporte al desarrollo de las políticas públicas, la actuación en función “experta”, la ayuda a firmas industriales para el desarrollo de nuevos productos, etc., todo lo cual dificulta la posibilidad de recuperar una noción clara y sencilla de lo que es la investigación, como la que caracterizaba a la vieja concepción positivista.
Las disciplinas científicas son un producto típicamente decimonónico, llegando a proporcionar entre otras la base para la estructura universitaria y en muchos casos para la diferenciación profesional. El siglo XIX fue testigo del surgimiento de las ciencias básicas con identidades claramente definidas, así como de las ingenierías, las ciencias biomédicas y las ciencias sociales. La disciplina, y crecientemente la subdisciplina, se constituyó en una unidad estructuradora de la actividad intelectual, altamente funcional para el avance del conocimiento, una entidad que incorporaba orgánicamente elementos intelectuales, institucionales y personales dando forma a la realidad percibida y experimentada por los científicos individuales.
No obstante, las diferencias en la estructuración interna de distintas disciplinas, ha llegado a que la significación cognitiva de la “disciplina” para la investigación no pueda caracterizarse de manera simple con relación a los distintos campos. Lo mismo sucede con su significación social.
Por ejemplo, si tomamos los casos de la Sociología y la física, observamos que en la primera -típicamente poliparadigmática- existen muchas metatoerías y teorías diferentes sin un acuerdo general sobre las mismas. Además, los problemas son en gran medida de carácter local y la integración o comparación no siempre es posible. En tales circunstancias, una identidad “sociológica” común puede ser crucial como medio de mantener unidos los elementos dispares ya veces conflictivos. En la física, en cambio, como se vio al inicio, con su cuerpo teórico más elaborado (monoparadigmática), y una división del trabajo más clara, la significación de la “disciplina” ha tomado una forma filosófica “más pura”.
Si bien es cierto que por más variaciones que haya con respecto a la estructura e impacto del conocimiento existente, al presente no hay alternativa obvia a las disciplinas, existe sin embargo, una preocupación creciente por expandir más que por localizar los límites de la investigación. Pareciera, por ejemplo, que en el estudio de sistemas, tan en boga actualmente, es necesario recurrir a las concepciones teóricas de un amplio rango de disciplinas, sin que el estudio pueda quedar circunscripto a ninguna en particular. Tampoco se puede ser bueno ya dentro de una disciplina específica sin tener sólidas apoyaturas en conocimientos de otras disciplinas. Por ejemplo, no se puede ser un buen geólogo sin una base firme en física y química, y hay que saber muchas otras cosas fuera de la ciencia también.
Pareciera como si la madurez de diferentes disciplinas -física fundamental, química básica, fisiología general, biología celular, etc.-, permitiera plantearse por fin la realización del programa Baconiano de la ciencia “socialmente pertinente”.
Pero para lograrlo, es preciso salirse de la visión de la ciencia en la cual cada una de las disciplinas abstractas creadas en el proceso anterior de división del trabajo intelectual permanezca autosuficiente. Debemos concentrarnos más en las cuestiones concretas que surgen cuando realmente queremos enfrentar problemas reales de la vida y estar preparados a usar ideas de cualquier disciplina teórica que tenga algo que contribuir a la solución de esos problemas.
El desarrollo reciente de la interdisciplinaridad se basa en el existencia previa de disciplinas más o menos maduras, las cuales han modificado su orientación. La diferencia más notoria reside en el acento más frecuente de la investigación nterdisciplinaria en los problemas sociales, de la vida, más que internos a la evolución de las teorías de una disciplina particular. El énfasis en la resolución de problemas, requiere el concurso de conocimientos, métodos y técnicas de diversos campos en síntesis novedosas, creativas, como resultado de su propia interacción.
El uso del concepto de pertinencia social de la investigación científica en lugar de la noción de aplicaciones de la misma responde a la intención manifiesta de marcar otra de las transformaciones centrales de la ciencia en el mundo contemporáneo: la dirección del avance científico no tanto como en el pasado, siguiendo la lógica interna de disciplinas específicas, sino timoneada directamente por la sociedad, y expresada, aunque no exclusivamente, por medio de la política científica y tecnológica (como por ejemplo, en la investigación del cáncer o en la investigación energética).
El tipo de control que interesa destacar aquí, no es el de la política científica cuando apoya a la ciencia per se (por ejemplo, por medio del financiamiento de la investigación básica) o cuando visualiza al desarrollo científico como medio de elevar la calificación de la fuerza de trabajo o generar o incrementar la capacidad de resolución de problemas de un país. En todos estos casos, el objetivo del control político no implica una interferencia con las reglas de desarrollo interno de disciplinas particulares y por consiguiente la receptividad de las mismas a las demandas políticas no es, en cuanto tal, problemática.
Los problemas de resistencia por parte de la ciencia surgen ante demandas políticas referidas a productos específicos esperados de la misma. En años recientes esta dimensión de la política científica se ha vuelto crecientemente importante.
Los fines perseguidos por tal control son resultados, procedimientos particulares, que no son realizables simplemente aplicando la ciencia disponible. Más bien lo que se esta dando es una nueva forma de desarrollo científico que tiene como foco de desarrollo objetivos políticos. Estos campos de investigación a menudo no son realmente “aplicados” sino que requieren desarrollos de conocimiento teórico fundamental de los problemas externamente definidos, sobre la base de teorías generales aceptadas, como en el caso de la química agrícola, los estudios ambientales, la física del plasma, la investigación espacial, energética, para la paz, etc.
La forma final que asumen estos campos y la receptividad o resistencia de las disciplinas científicas a los intereses de la política científica y tecnológica difieren si el objetivo del control requiere sólo la agregación de varias disciplinas o su integración. Ejemplo de lo primero es la investigación alimentaria, que es investigación sobre causas agronómicas, nutricionales, económicas y culturales, planteando fundamentalmente problemas institucionales y organizacionales con relación a la organización cognitiva establecida de la ciencia, pero sin requerir una síntesis teórica especial. Ejemplo de lo segundo es la investigación ambiental, que supone una teoría de la complejidad para el abordaje del problema de sistemas ecológicos o socio-ecológicos, que todavía no esta desarrollada. Lo que implican casos como este es un desdibujamiento y transgresión de los límites disciplinarios vigentes y una cierta fusión novedosa de las ciencias naturales y sociales.
En las condiciones actuales de desarrollo político, cognitivo e institucional de la ciencia en el ámbito internacional que acabamos de reseñar, que sucede con la investigación en Venezuela? A modo de conclusión, trataré de adelantar algunas observaciones que, presentadas en forma apretada y polémica, inviten a la reflexión y al contraargumento.
a) La primera observación es que es insuficiente, no solo en términos de criterios más o menos convencionales, como los de agencias internacionales como UNESCO, sino en relación con la magnitud de los problemas que enfrenta la sociedad venezolana y que exigen el ejercicio de la mayor creatividad para contribuir a su solución, además de la voluntad política de resolverlos.
b) Son muy pocas las instituciones donde la investigación tiene un grado de legitimidad cónsono con la naturaleza de la actividad, pues en general predomina en ellas ampliamente la docencia (en el caso de las universidades) o la aplicación de tecnologías extranjeras y la compra de servicios tecnológicos en el exterior.
c) Ligado a lo anterior, hay escasa demanda social y poco respaldo estatal. La sociedad desconoce el valor de la actividad de los científicos nacionales. A esta altura, la cultura nacional ha asimilado superficialmente la idea que la ciencia y la tecnología son los motores del desarrollo y la modernidad, pero las entiende como foráneas, como productos de consumo que se compran afuera, y no como una capacidad que desde hace cierto tiempo se produce y reproduce en el país. La comunidad científica nacional creció un poco sin que el país se hubiera dado plena cuenta de lo que estaba sucediendo; todavía en muchos círculos políticos y económicos se visualiza como un recurso más o menos superfluo heredado de la Venezuela petrolera, y como a cualquier adorno inútil no se le hacen demandas ni desde la producción ni desde los servicios.
d) Sin una demanda social, la actividad científica no puede encarar proyectos de gran envergadura. Esta circunscripta en gran medida a la pequeña investigación individual, muy poco intensiva en capital, poco ambiciosa, o a veces, cuando es ambiciosa, los recursos de que dispone no son compatibles con la misma.
e) El grueso de la investigación sigue estando estrechamente restringida a los límites disciplinarios, entre otras cosas porque la propia investigación disciplinaria no ha terminado de consolidarse aún localmente. Esto es claramente constatable cuando encontramos cifras mínimas de investigadores activos en especialidades importantes, como por ejemplo, la química inorgánica o los materiales cerámicos.
f) La investigación interdisciplinaria, cuando existe, suele consistir meramente en la agregación o yuxtaposición de disciplinas más que en la integración de las mismas, entre otras cosas, porque la estructura institucional no favorece sino que más bien obstaculiza tales desarrollos.
g) La ausencia de fuentes locales de legitimidad social inciden en que desde el punto de vista de la creación intelectual, mucha actividad de investigación sea apendicular respecto de los centros mundiales de prestigio. Entre los mejores científicos predomina el criterio de obtener la validación por parte de la comunidad disciplinaria internacional en temas menos “riesgosos”, que ya son objeto de reflexión por parte de redes de producción legitimadas a las que buscan integrarse, más que la búsqueda de la excelencia por la vía de la exploración de temas socialmente definidos en el país y que pudieran eventualmente resultar de valor universal. Esto con frecuencia no obedece a una preferencia ideológica de los científicos, sino a que saben que la investigación potencialmente útil para el país, suele quedar engavetada en los escritorios sin fondo de los ministerios públicos o de los empresarios nacionales que resuelven sus problemas con proveedores extranjeros. En tales condiciones, su respuesta de vincularse al ámbito internacional es la más racional y la única que garantiza al menos el mantenimiento de los estándares de calidad académica.
h) La comunidad científica académica, insulada de la realidad ante la falta de demanda social, ha desarrollado pautas de conducta y un sistema de estratificación interna que diferencia, y a veces discriminan con criterios demasiado estrechos, a tipos de investigación por disciplinas e instituciones. Esto ha estado ligado al crecimiento y exacerbación de una ideología cientificista como la que se señala en g). Se mantienen así en ocasiones en forma exagerada criterios positivista de la “buena” ciencia, el “método” científico y la “distancia necesaria” entre la investigación y la realidad. Este rasgo, que en sus manifestaciones más exageradas puede ser negativo, desaparecería rápidamente al desarrollarse una demanda social real.
Las características señaladas, así como otras del mismo tipo, pueden englobarse en dos principales: Existe hoy una capacidad científica y tecnológica instalada en el país, limitada en su magnitud y características, pero con potencialidades muy poco o nada exploradas por la sociedad. Esa capacidad surgió por iniciativa de grupos de científicos con un mínimo apoyo de un Estado que todavía no asimila la potencialidad de la ciencia y la tecnología como instrumentos idóneos para el desarrollo económico y social.
En la retórica inicial de los científicos estaba la promesa de la utilidad social de su actividad. Ellos hicieron su parte. Instalaron y pusieron a funcionar laboratorios, formaron científicos e ingenieros, montaron centros de información y documentación científica y tecnológica, brindaron su opinión experta al Estado ya los empresarios en las pocas ocasiones en que estos se les acercaron y más frecuentemente sin que ni siquiera se les solicitara su opinión, ya que normalmente se pide asesoramiento extranjero. La sociedad no ha sido lo suficientemente receptiva. La utilidad de la ciencia no se demuestra en sí misma sino que requiere de agentes sociales que conviertan los resultados y procesos de la ciencia en productos y procesos de la industria y en servicios para la sociedad.
Si el país tomara conciencia que una capacidad nacional en el área de ciencia y tecnología es importante para un proyecto de desarrollo propio, armónico, acorde con la cultura y dotación de recursos, entonces comenzaría a plantear demandas concretas a sus científicos e ingenieros, dando inicio a una dinámica que sin mayor dificultad transformaría los rasgos negativos actuales de la investigación que se hace en el país.
.Lo más importante ya existe y corre serio peligro de desaparecer en las actuales condiciones de penuria: la capacidad nacional de ciencia y tecnología. Otros países latinoamericanos que también han logrado formar comunidades científicas parecen haber entendido y así en estos momentos de crisis aumenta el apoyo estatal a la ciencia y la tecnología en Brasil, México y Argentina. Que pasará en Venezuela? Los indicios hasta el presente son ominosos. Pero todavía es tiempo de cambiar el rumbo