Alexis Mercado, Pablo Testa *
Raquel Rengifo, Nakary Gómez, Thanaly Patruyo * *
Una ojeada al mapa de creación de espacios institucionales para el desarrollo tecnológico (Figura 2) demuestra una situación bastante más precaria en este ámbito. Como se puede apreciar, la cantidad de centros creados para este fin ha sido exigua si se le compara con la creación de organismos para la investigación científica. Desde 1958 cuando se crea el INVESTI, hasta 1990 fueron creados no más de una decena de centros cuya misión fundamental era el desarrollo tecnológico.
Figura 2
Mapa de creación de instituciones de desarrollo tecnológico
Una revisión de las áreas de actuación de los centros que se crearon durante los primeros años, revela la inexistencia de alguna vinculación directa con las necesidades de las industrias estratégicas que comenzaban a desarrollarse en ese momento (petróleo, petroquímica, hierro). Más aun, estos centros se fundaban, en la generalidad de los casos, más como producto de decisiones y esfuerzos particulares de algunos investigadores. En otras palabras: no eran creadas a partir de decisiones derivadas de necesidades identificadas por una política del Estado e, inclusive, de las propias instituciones académicas que, en la mayoría de los casos, las albergaban.
Esto generó una dinámica de funcionamiento muy peculiar. Estas instituciones debían luchar, ante todo, por un espacio de legitimación. Por esta razón, buena parte de sus esfuerzos se orientaban a garantizar la sobrevivencia, lo que se traducía en una procura y consecución de recursos que, en general, no les permitía desarrollar una actividad constante y expansiva. Esto determinó que en la casi totalidad de los casos, estos centros fueran incipientes, tanto desde el punto de vista de los recursos humanos, como de infraestructura.10
Esto llevaría a cuestionar la capacidad para desarrollar efectivamente tecnología; actividad que, como se sabe, demanda cuantiosos recursos. Siendo aventurados, podría señalarse que más que verdaderos espacios para desarrollo tecnológico, la mayoría de estos organismos consiguió alcanzar, simplemente, cierta capacidad de asistencia técnica y la prestación de algunos servicios.
No se pretende minusvalorar la importancia de estas dos últimas actividades dentro del desarrollo tecnológico. No obstante, la poca capacidad de generación de tecnología que históricamente demostró el sector industrial venezolano, demandaba acciones de política más enérgicas en ese sentido. La experiencia de formulación de políticas en algunos países que propiciaron explícitamente el desarrollo tecnológico e industrial, fue una carencia importante del sistema de innovación venezolano.11
Así, si en algo pudo haber fallado el enfoque ofertista fue en la insuficiente creación de espacios institucionales para el desarrollo tecnológico; en el desarrollo de mecanismos efectivos que posibilitaran un proceso «technological push» que estimulara capacidades en la estructura productiva. En otras palabras: se falló en la creación de instancias que pudieran garantizar un soporte al desarrollo industrial y generar una alternativa de fuentes de tecnología, al menos parcial y complementaria, al muy difundido modelo basado en la adquisición masiva de tecnología foránea.
Podría señalarse que el único centro verdaderamente concebido y apoyado para adelantar actividades de investigación aplicada y promover el desarrollo tecnológico, surgirá apenas en 1975. Nos referimos al Instituto Venezolano de Investigaciones del Petróleo (INTEVEP). Este organismo, surgido a raíz de la nacionalización petrolera, ha contado, hasta ahora, con amplio apoyo económico y con las líneas estratégicas de la industria petrolera, logrando consolidar una extraordinaria planta de recursos humanos provenientes de las universidades y otros centros de investigación.12
Esta institución, de hecho, es la única capaz de patentar en forma sistemática sus desarrollos tecnológicos, tanto en Venezuela como en el exterior, y en apenas veinte años, fue capaz de desarrollar un producto novedoso de nivel mundial (el combustible ORIMULSION ®).
En un sector conexo a la industria petrolera, el petroquímico, se identifica otra experiencia de apoyo al desarrollo tecnológico, de menor envergadura pero ciertamente interesante: Investigación y Desarrollo C.A. (INDESCA). Más ubicado en el lado de la oferta, este es un organismo perteneciente a las firmas del Complejo Petroquímico del Tablazo (por lo tanto su composición de capital es Mixto) dedicada especialmente a suplir las necesidades de I&D adaptativo de estas empresas y la asistencia técnica a sus clientes. Puede decirse que este organismo constituye el centro de investigación industrial más importante del país en el área de procesos.13
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Conocido es que en el ámbito privado local, pocas son las empresas que poseen instancias formales para la ejecución de actividades de investigación y desarrollo. Estas pocas unidades, no obstante, han generado bienes tecnológicos de significación. En algunas otras empresas se consiguen algunas experiencias exitosas de innovaciones y sostenidos procesos de aprendizaje. Sin embargo, estas experiencias no han contado, o han contado con muy poco respaldo de conocimiento tecnológico proveniente de las universidades y/o centros de investigación.
Centros de investigación como el INTEVEP o INDESCA, más en el ámbito del Estado, o del Centro de Biotecnología de Empresas Polar, en el privado, son más bien excepción en el ámbito tecnoproductivo venezolano. La realidad de la industria se caracteriza por una baja capacidad de involucrarse en actividades de desarrollo tecnológico, entendiendo esto último en una perspectiva amplia de aprendizaje que debe considerar desde los esfuerzos de asimilación que deben acompañar al proceso de transferencia de tecnología, hasta el intento de desarrollar soluciones tecnológicas propias.
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Detrás de esta baja capacidad de generar tecnología que caracteriza al Sistema Nacional de Innovación venezolano, subyace otro problema estructural importante: la debilidad de las estructuras de formación e investigación para envolverse actividades de diseño y desarrollo. Esto se relaciona de alguna manera con las especificidades que fueron tomando las disciplinas de ingeniería en el país. En un trabajo anterior, a partir de una revisión de los pensa de las principales escuelas en nivel nacional, se constató que, en líneas generales, las funciones formativas han tendido a privilegiar el entrenamiento en actividades de operación, dejando al entrenamiento para actividades de diseño y desarrollo en un segundo plano.14
Esta estructura curricular se fue conformando para responder a la necesidad de formar personal idóneo para encargarse del manejo de las plantas industriales que, en la generalidad de los casos, era de origen foráneo, mas no para su diseño. Esta debilidad es evidente en los postgrados, pues sus espacios, reconocidos como un lugar privilegiado para el desarrollo de la investigación, se fueron conformando como un hecho prácticamente separado de esta actividad, para dar respuesta, casi exclusivamente, a demandas externas de entrenamiento.15
Llegado a este punto de la controversia, pudiera cuestionarse la eficacia que tuvo una visión ofertista para encarar el problema del desarrollo tecnológico en nuestros países, sobre todo si se toma en cuenta que el espacio tradicional para el desarrollo de esta actividad es la empresa, es decir el sector de la demanda. Contra la opinión de la mayoría, pensamos que políticas de esta naturaleza pueden tener gran efectividad en este ámbito. Experiencias de países emergentes y algunos países desarrollados corroboran esta apreciación de manera casi taxativa.
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10 Aquí surge otra de las ideas erróneas en torno al tipo de actividad de estos organismos y los retornos que de ella puedan derivar. Pues los responsables de apoyar estas experiencias, casi siempre han pensado que estas deben ser capaces de autofinanciarse casi desde su puesta en marcha.
11 En América Latina, el caso más resaltante fue el de Brasil. La implantación de programas de política tecnológica e industrial permitió el desarrollo tecnológico de diversos sectores. No obstante, muchas de estas iniciativas se vieron seriamente afectadas por la inconsistencia de los programas de política y el caos en el ámbito macroeconómico.
12 Otra experiencia importante es la de la Fundación Instituto de Ingeniería. Sin embargo, una revisión de sus actividades demuestra que no ha logrado consolidar una verdadera capacidad de desarrollo tecnológico, que sus esfuerzos se orientan principalmente a la prestación de servicios a la industria.
13 Algunas empresas públicas lograron estructurar grupos de I&D de cierta importancia, que generaron bienes tecnológicos significativos. Sin embargo el deterioro de su patrimonio, y el mal manejo administrativo, atentaron contra el impacto económico que estos desarrollos podían generar.
14 Esto se percibe inclusive en los programas de cuarto nivel.
15 Mercado, A; Testa, P. [1998].