María Antonia Cervilla de Olivieri*
RESUMEN
En este documento se reseñan experiencias exitosas para el desarrollo de complejos industriales basados en la configuración de redes interempresariales. Se describen algunas características de éstas empresas haciendo énfasis en el tema de las capacidades tecnológicas y de innovación partiendo de la premisa de que la conducta empresarial y la capacidad tecnológica de la industria constituyen un elemento fundamental para la competitividad y su exitosa inserción internacional. |
ABSTRACT
The competitiveness of the connected sector to the oil industry from a perspective of development of clusters. |
||
En la actualidad se vive un momento de transición en el cual los paradigmas clásicos de desarrollo se han agotado a sí mismos y se requiere por tanto explorar el potencial de nuevos modelos más pragmáticos de desarrollo económico. Morgan (1996) se ha referido a los nuevos modelos de desarrollo como modelos de desarrollo en red, basados en redes de conocimientos y aprendizaje y conformados por instituciones públicas y privadas.
En las últimas dos décadas los modelos de crecimiento y desarrollo económico, centrales para el análisis de las actividades de la economía, han colocado un énfasis especial en el papel crítico que desempeña la innovación en todos los aspectos del proceso productivo asignándole una gran importancia para la competencia exitosa de las empresas, industrias y naciones (Marceau, 1997). En la organización industrial a nivel mundial han tenido lugar considerables cambios estructurales, observándose una transición de una industria dominada principalmente por grandes empresas a una industria más diversificada y vinculada horizontalmente (OECD, 1996).
Estos aspectos han dado un nuevo carácter a la competencia. Cada vez se reconoce con mayor fuerza la importancia de ciertas formas de cooperación entre las empresas y entre éstas y las instituciones sin fines de lucro, las cuales dan lugar a encadenamientos y externalidades que las políticas públicas deberían tratar de incentivar. Se tiene claro que en la formulación de políticas cuyo objetivo sea mejorar la competitividad y la capacidad de las empresas manufactureras hay que tener en cuenta el «tejido industrial», dado que las empresas aisladas no son de manera exclusiva la fuente de innovación y cambio técnico sino que éste es generado a partir de la compleja estructura de interacciones y vinculaciones entre los diversos tipos de organizaciones que conforman un complejo industrial.
Por ello al tratar de evaluar el potencial innovador y competitivo de una empresa, industria o nación y de diseñar las políticas públicas más apropiadas para elevar la competitividad del sector productivo, se hace necesario hacerlo desde una perspectiva más amplia examinando no sólo las estrategias y los procesos de innovación dentro de la empresa sino también los vínculos inter-empresariales y la estructura del contexto tanto público como privado en el cual los procesos de innovación y aprendizaje pudieran ser estimulados. Uno de los más grandes retos de políticas públicas en una era de permanente innovación es ¿cómo diseñar un sistema de apoyo a las empresas que atienda a sus necesidades inmediatas pero que al mismo tiempo estimule sus capacidades de aprendizaje a largo plazo?
En un tiempo en que el pasado dejó de ser una guía para el futuro, lo único cierto es que las estrategias empresariales y las políticas públicas deberían estar a tono con una era de innovación acelerada, con una época de transición con todas sus incertidumbres, contingencias e imponderables.
El objetivo de este trabajo es analizar la competitividad del sector conexo a la industria petrolera desde la perspectiva del desarrollo de clusters. A tal efecto, como parte del marco teórico de referencia, se presenta el concepto de cluster y se analizan algunas experiencias exitosas para el desarrollo de complejos industriales basadas en la configuración de redes interempresariales. A continuación se presenta el caso del sector conexo a la industria petrolera y se describen algunas características de sus empresas haciendo énfasis en el tema de las capacidades tecnológicas y de innovación, partiendo de la premisa de que la conducta y la capacidad tecnológica de la industria constituye un elemento fundamental para su competitividad y su exitosa inserción internacional. Finalmente se discuten algunos lineamientos básicos para el diseño de una estrategia dirigida al desarrollo de la competitividad del sector conexo a la industria petrolera, basada en la conformación de redes de colaboración.
Al hablar de política industrial nos referimos a las decisiones de carácter público que afectan el desempeño del sector manufacturero, con especial énfasis en aquellas que promueven la transferencia de un conjunto de recursos que facilitan el proceso de acumulación de capital y de capacidades tecnológicas dentro del sector manufacturero. Si bien es cierto que toda política industrial coherente necesariamente incluye aspectos claves de políticas comerciales, el énfasis debe estar en el conjunto de recursos que faciliten la creación de capacidades tecnológicas en las empresas manufactureras.
En el proceso de formulación de políticas industriales y tecnológicas no pueden ignorarse ciertas transformaciones estructurales en la economía mundial como la globalización de las actividades económicas y la emergencia de un nuevo modelo de organización productiva las cuales han sido ampliamente tratadas en numerosas publicaciones recientes1 . La competencia ha adquirido cada vez más un carácter global y para enfrentarla las empresas líderes han tenido que desarrollar estrategias novedosas como por ejemplo, recurrir a acuerdos de colaboración interempresariales o descentralizar esfuerzos de I&D creando vínculos con instituciones externas como universidades o instituciones de investigación.
En este contexto, los formuladores de políticas se han replanteado los lineamientos tradicionales de la política industrial y tecnológica, reconociendo la importancia que tienen los activos intangibles y la internacionalización de las actividades para mejorar la competitividad.
En el ámbito de política industrial ha despertado un creciente interés el tema de las redes, clusters y complejos productivos fundamentalmente debido a su potencial para inducir procesos de aprendizaje y de transferencia de conocimientos2 , en momentos en los que se argumenta que bajo el paradigma emergente el conocimiento es el recurso más valioso y el aprendizaje el proceso más importante a nivel de la economía. En este nuevo contexto, el concepto de red ha dejado de ser una metáfora para convertirse en una parte integral de las estrategias empresariales y de las políticas de desarrollo industrial.
Se entiende por cluster una concentración sectorial y/o geográfica de empresas en las mismas actividades o en actividades estrechamente relacionadas, con economías externas de aglomeración y especialización (de productores, de proveedores y mano de obra especializada, de servicios anexos específicos al sector) y con la posibilidad de una acción conjunta en búsqueda de eficiencia colectiva (Ramos, J, 1998). El cluster constituye un concepto más rico y relevante para el análisis de políticas públicas que el sector al cual una empresa pertenece.
Sea cual sea el enfoque teórico asumido, las hipótesis explicativas de la formación de clusters tienen en común la noción de que la competitividad de la empresa es potenciada por el conjunto de empresas que conforman el complejo o cluster al cual pertenecen. Este incremento de la competitividad deriva de importantes externalidades, economías de escala y alcance, spillovers tecnológicos e innovaciones que surgen la repetida interacción entre las empresas y actividades que conforman el cluster.
Esta configuración facilita el flujo de infomación y la difusión de innovaciones a lo largo de la red, por lo cual, dadas sus características, los clusters ofrecen un considerable potencial para estimular el aprendizaje y la transferencia de tecnología. Sin embargo es importante señalar que el aprendizaje no tiene lugar en forma automática y que la propensión a aprender es afectada en parte por los factores críticos de éxito que prevalecen en la industria, así como por las diferencias en las estrategias corporativas entre los líderes claves de la cadena (Bessant y otros, 1999).
Hay dos componentes importantes en el aprendizaje. El primero se refiere a la acumulación de una base de conocimientos claves (core competences3 ) que diferencia a una empresa de otras y ofrece el potencial para lograr una ventaja competitiva. El segundo se basa en el desarrollo de una capacidad de aprendizaje y mejoramiento continuo a través de toda la organización. La organización que aprende provee un contexto adecuado en el cual pueden tener lugar los procesos de aprendizaje, para lo cual la interacción y el intercambio de conocimientos deben ser parte de la conducta organizacional. Ello incluye procesos intra-empresa y aquéllos que implican relaciones entre empresas en el contexto de la cadena o del cluster.
Una vez constituido un cluster -fenómeno en general espontáneo- se facilita la cooperación activa y consciente de sus miembros en pos de una mayor eficiencia colectiva (Ramos, 1998). La colaboración entre empresas puede facilitarse con diferentes objetivos: desarrollar nuevos productos, abrir nuevos mercados, compartir equipos, financiar programas de formación de recursos humanos, cofinanciar proyectos tecnológicos, etcétera4 . Lo que si debe tenerse claro es que la cooperación constituye una dimensión clave para la conformación de un cluster competitivo, en el cual se tengan lugar procesos efectivos de aprendizaje colectivo.
En los últimos años ha surgido una serie de iniciativas en Europa y Norteamérica que constituyen una visión innovadora de lo que había sido el campo del desarrollo industrial fundamentalmente centrado en entidades dependientes del gobierno central. Estas nuevas experiencias están basadas en la configuración de redes diseñadas para apoyar el desarrollo de clusters.
A nivel internacional han sido documentadas varias experiencias exitosas de aprendizaje colectivo, llevadas a cabo en el seno de clusters o de cadenas productivas (también llamadas cadenas de suministros), las cuales han sido promovidas fundamentalmente por el sector privado, con diferentes grados de apoyo o participación de parte del sector público u otros intermediarios.
Tal es el caso de programas como CRINE5 en el Reino Unido, el cual surgió en gran parte por el impulso de la empresa privada pero donde la política gubernamental desempeñó un importante papel, proporcionando apoyo en las etapas iniciales de la conformación de las redes. El programa CRINE - concebido en 1993 como una respuesta a la crisis del sector petrolero de 1992 se planteó como objetivo central bajar los costos de producción del barril en el Mar del Norte sobre la base de desarrollar capacidades competitivas y de innovación en los proveedores de la industria petrolera. Esta iniciativa ha constituido uno de los intentos más exitosos a nivel mundial para promover el aprendizaje a nivel de una cadena de suministros (Bessant y otros, 1999).
CRINE constituyó un esfuerzo conjunto que involucró al gobierno y a actores claves de la industria en representación de los proveedores, contratistas, consultores, asociaciones empresariales y otras instituciones. La meta original era alcanzar una reducción de costos de 30 por ciento para 1996 y debía ser lograda a través de un esfuerzo de todo el sector en lugar de hacerlo mediante acciones individuales. Los productos principales incluyen: especificaciones funcionales claras; prácticas comunes de trabajo; lineamientos de procura; guía sobre alianzas; promoción de las mejores prácticas, contratos estándar; desarrollo de un sistema de desempeño de calidad (QPS). El éxito del proyecto alcanzó varias dimensiones, atrayendo un interés significativo a nivel mundial. Como un resultado de su éxito, la red CRINE fue reestablecida en 1997 con la meta de alcanzar la competitividad internacional; su lema fue: ...gente trabajando unida para hacer a la industria de hidrocarburos del Reino Unido competitiva en cualquier parte del mundo para el año 2000.... La industria se planteó como objetivo aumentar su participación de mercado fuera del Reino Unido a 5 por ciento, la cual para 1996 era 1 por ciento. Para 1998 su participación de mercado ya había alcanzado 2,4 por ciento, valor que refleja las capacidades de crecimiento de la industria apoyada en gran medida por las actividades de CRINE. El programa funciona como una red en la cual instituciones gubernamentales nacionales y regionales, organizaciones comerciales y de investigación, grupos académicos y las principales operadoras proporcionan diferentes formas de apoyo (financiera, técnica, etcétera) a la red conformada por los principales actores de la cadena de suministros. Las actividades cubren un amplio espectro, que va desde comunicaciones a través de cartas y websites, pasando por talleres y conferencias, hasta proyectos técnicos e iniciativas más complejas. Un pequeño equipo coordinador gerencia las actividades de la red y el progreso hacia la meta técnica se monitorea y gerencia a través de cuatro grupos de trabajo.
Otro programa exitoso ha sido el Norsok, iniciado en 1993 por la industria noruega con objetivos similares a los del Reino Unido: reducción de costos a corto plazo y desarrollo de la competitividad a largo plazo. También en este caso se alcanzaron logros significativos. Por ejemplo en la unidad de operaciones de Osberg se redujeron los costos operativos en un 50 por ciento en cuatro años, con un recorte de los costos totales de operación de 43 por ciento; gran parte de las mejoras son atribuidas al énfasis en la cadena y al trabajo en red. Posteriormente se formalizó la estructura en una similar a la de la red CRINE la cual incluye iniciativas para el desarrollo de proveedores.